Lo que tarda una tarde

jueves, 13 de agosto de 2009



Nuestras voces volvieron a retumbar en ajenas calles, en la misma noche
como cuando éramos más jóvenes
y nuestras enajenadas cabezas eran trotamundos en ese espacio de locura y desenfreno
en ese entonces
nada nos importaba, nada ( ahora al menos nos desconcierta el mañana )


Nuestras tres sombras manchaban las calles
mientras pasos errabundos se perdían con el ronquido de las calles
Acaso por el éxtasis del momento dejamos que bohemias musas poseyeran nuestros labios
Aquella tarde o noche (el tiempo nos era ajeno ) proferimos antiguos himnos que no logramos aún olvidar y otros nuevos que creo permanecerán estacados

Luego de un instante ( o tal vez más ) reparamos en la realidad,
luego de un instante ( tal vez menos ) fuimos escupidos bruscamente a ella
nos separamos y cada uno volvió a sus casas
encendí un cigarro
el etéreo humo blanco intentaba tocar el etéreo negro cielo
al igual que yo


pero yo supongo que tú no llegaste a oírnos
qué más da si yo no te existo

2 comentarios:

A. A. dijo...

La idea del viaje no solo físico sino también mental y el conocimiento obtenido mediante él es interesante. Algo así como lo que decía Sócrates cuando Pitágoras se jactaba de sus viajes y conocimientos de Oriente: "Conócete a ti mismo". La antítesis de los últimos versos es buena.

Alek' dijo...

el misterio del "yo no te existo"...
saludos =)